Zamora, ciudad castellano
leonesa, situada al noroeste de España da comienzo a su peculiar y conocida
Semana Santa.
Con sus calles recogidas, angostas y
tortuosas, de viejo y humilde caserío, salpicada aquí y allá de iglesias y
conventos, cercada aún por viejas y gruesas murallas y por un caudaloso río, el
Duero. Todo ello son características que condicionan su Semana Santa, y hoy difícilmente
se podría entender sus procesiones sino las contemplásemos en esos lugares que
su tradición ha señalado como emblemáticos de su recorrido y que en Zamora son
la Plaza Mayor, las calles Santa Clara o la Rúa, la Catedral o el Puente de
Piedra, entre otros. Es por todos esos lugares por los que se puede disfrutar
de sus austeras y coloridas procesiones.
Es también la fisonomía de esta
vieja ciudad de la meseta la que encaja en perfectas condiciones con el modelo
de Semana Santa que en Zamora se ajusta a este estereotipo: sencillez,
austeridad… adjetivos que encajan con la forma de ser y de expresar su
religiosidad los zamoranos, que se asemeja al paisaje y clima extremo.
Sus procesiones son sencillas y
sobrias, con túnicas pobres, de percal o estameña, sandalias franciscanas o
zapatos, cera o una sencilla cruz, con pasos, coronas o mantos decorados con
algún detalle en oro o plata, peinetas, mantillas, color negro que se apodera
de la ocasión o sencillas medallas acordes con el color de la congregación.
Esos son los rudimentos esenciales, junto con el silencio y las marchas
procesionales, que hacen más llevadera la penitente carga de los pasos a
hombros.
Con procesiones peculiares
durante toda la semana los zamoranos y zamoranas salen a las calles con sus
peculiares vestimentas, así, el jueves santo, mujeres y hombres se reúnen a las
9 de la mañana para dar lugar a la procesión que durará hasta bien entrado el
al mediodía. Con sus abrigos y medias negras, peinetas y mantillas moviéndose
con el viento, sus guantes finos blancos, zapatos de tacón o no, tulipas con
velas encendidas y medalla color verde esperanza, mujeres de todas las edades
caminan en filas y cruzan el conocido Puente de Piedra sujetándose la mantilla
mientras tras ellas el resto de cofrades con sus túnicas blancas y verdes con
bordados marcan el paso con su banda de cornetas y tambores y sus varas.
Es así, como la mañana del Jueves
Santo Zamora y su Semana Santa,
considerada de interés turístico, se tiñe de verde color Esperanza.
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