Viajes largos, cortos, en días soleados, nubosos, de tormenta o no. Fueron tan solo unos días, en los que con una gran sonrisa por el retorno subí al autobús, me coloqué los auriculares y dejé que la música fluyera por mi cabeza durante las tres horas de viaje.
Llegar, bajar con ímpetu, coger la maleta y buscar como loca esa cara, esos brazos en los que me fundiría en un gran abrazo.
Fueron tres días cortos, de abrazos, tardes de sofá y manta, mimos y comida de mamá.
Y es que, sean los días que sean siempre toca comprar el billete de vuelta, siempre toca volver a dejar atrás esa pequeña ciudad lluviosa con grandes gentes.
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